Esperanza fugaz


Y es otra esperanza fugaz la que me hace creer que mi corazón está completo, la que pinta una sonrisa sobre cada lágrima. Luego como una nube que bloquea al sol, no permite que después de la última lluvia nazca un arcoíris, me abandona como a un niño junto a mis penas, dejándome a la deriva y sin sol, como una embarcación de papel en un tumultuoso mar, siento la sal trepar por mis alrededores, escucho al abismo murmurar mi nombre con el romper de cada ola, puedo oír el tic tac del reloj aunque no haya uno, son las agujas de mi corazón las que me dicen cuánto tiempo más podre aguantar, y es entonces cuando en mi cabeza retumba el sonido de las 12 de la noche, veo aquel cielo negro como una enorme pupila observándome, ni siquiera una estrella, y una enorme ola se levanta sobre mí, impidiendo a aquellos ojos oscuros que vean mi triste final. Mi cuerpo cae al agua helada, cada centímetro de él se siente apuñalado por la fría sal, mecido violentamente como un pétalo, soy arrastrado hasta el fondo por un ángel de la muerte, ¿y que es aquel brillo en el fondo del mar?, las estrellas se han caído del cielo, las veo aquí, a cada una brillando, cada vez más cerca, es una luz completamente enceguecedora y cálida ya no recuerdo la oscuridad o el frio que hace segundos me acompañaban, ya no puedo ver, mantengo mis ojos cerrados por un momento, guardo fuerzas para un vistazo final. Entonces los abro y allí estaba el sol de la mañana rescatándome del mar de mis sueños, una sonrisa se dibuja en mi rostro, otra esperanza fugaz ha venido por mí.     

Escrito por: Ayelen Lorena Callegaris


Los recuerdos se consumen, las memorias se gastan


Nunca pensé que un recuerdo podría dañarme tanto, es imposible ocultar las lágrimas cuando ellas brotan como flores en plena primavera. Las fotografías despiertan en mi aquellos bellos momentos, que eran como estrellas, hasta que una noche aquel perfecto cielo se nublo y entonces ya jamás se despejo. Es tan difícil seguir este camino sin ti, solo un par de huellas en el suelo tan tristes y solas se ven, un cálido viento de verano borro tus rastros de allí y un horrible 31 de enero alzamos las copas mientras tú desaparecías de aquí, casi sin notarlo tu mente cambio, en nosotros ya no veías el amor que siempre existió. Ahora llueve en mi mente y las memorias han sido empañadas, como un cristal en el que te escribo “por favor no me olvides, porque tú eres un pedazo de mi vida y siento que uno de mis sentidos ha marchado contigo”, tu voz ya no está conmigo, pero creo que si mantengo mis  ojos cerrados, aún podré escuchar el eco de esa risa junto con la que crecí. Mi alma se encuentra tan cansada, a veces ese cansancio se desborda dando lugar al enojo, que luego evoluciona en una nostálgica tristeza, nuevamente las flores se han marchitado en mis manos y mis ojos trataron de perderse, buscando mirar algún rincón del que no se haya adueñado el dolor, un incendio persiguiendo aquellos recuerdos, lamentablemente las llamas tienen gran velocidad, pues en mi mente tu recuerdo arde y creo que pronto acabara, tiñendo todo de negro, convirtiendo todos los sueños en tan solo frágiles cenizas que un día de estos el viento se llevará. 

Escrito por Ayelén Lorena Callegaris

las dos marias se estan a punto de apagar



 ¿Qué será de ella?, ¿Qué será de los sueños que han vivido en su cabeza a lo largo de los años?, ¿a donde irá el tiempo que paso?, ¿Dejara todo atrás?, ¿Recordara quien era antes?, ¿o siempre fue la misma?. Aquellos sueños quedaron atrás como la primavera. Te quiero hasta las estrellas solías decir, y las estrellas cayeron a tus pies acortando así el cariño, convirtiendo amor en odio. Tu no cambiaste la pagina, tu quemaste el libro completo, y del cielo la estrella se cayó arruinando la más perfecta constelación, solas han quedado las dos marias en aquel oscuro cielo, solas en un universo entero llorando desde lo alto cubriéndonos de lluvia y oscuridad, su brillo no es como el de antes de a poco comienza a fallar, con el corazón roto han quedado las dos marias que se están a punto de apagar.

Escrito por: Ayelén Lorena Callegaris 2/1/13

¿Por qué eclipsaste aquel perfecto sol?


 Llorando miserias en algún oscuro callejón, con su cuerpo helado escondido en un rincón. Buenos recuerdos navegan en los mares de tu mente, ¿Por qué eclipsaste aquel perfecto sol?, nublaste tu propio cielo, quizá sin darte cuenta te hundiste en la sal, ¿Por qué no nadas hacia la superficie?
 Yo mientras tanto pienso, pero se me hace tan difícil comprender. Como a una débil mariposa, condujiste a tu vida rumbo a un huracán, transformaste lo bueno en malo ¿a caso no ves la realidad?, abre los ojos, retrocede al pasado y comprende que no hay dolor, tú ves fuego en el mar y sangre en la lluvia, no puedes ver la calma del océano ni la belleza en las gotas de rocio. Marchitas flores con tu mirada y huyes de la felicidad, quizá ser la victima te divierte más.   

Escrito por: Ayelén Lorena Callegaris
Lindo comienzo del 2013!

no hay imaginación para un titulo original (nunca hay)


Donde antes había un corazón ahora solo hay dolor,  los recuerdos se volaron como hojas marchitas de todas forman ya era tiempo de que el otoño terminara, de que las cosas volvieran a empezar. Ya no tengo ganas de sostener tantas memorias el peso me está quebrando las manos y solo quiero arreglar este desastre, porque últimamente siento que esta tormenta ah desarmado mi rompecabezas y me encuentro arrastrándome en  busca de las piezas que eh perdido. Hasta que me rindo y decido continuar, no me quedare en el pasado ni pensare en el futuro, el presente me llama y aquí me encuentro de brazos cruzados negándome a ver la realidad, observándote en las gotas de lluvia de la ventana, hasta que veo mi reflejo en ellas y le pregunto ¿Cómo dejaste que me hicieran esto? ¡Mírate!, yo no quiero ser como tú. Grito mientras mis lagrimas caen en forma acelerada por mi rostro  como si fuese una tormenta de dolor, me despido de todo lo que odie me levanto y marcho a medida que mi llanto se desacelera, a medida que los recuerdos queman hasta volverme ceniza y volar a otro sitio escapando de aquí al fin. 

Escrito por: Ayelén Callegaris     

Jamás sera completa la felicidad


  Nuevamente el sonido del piano es la única compañía para ella, quien se refugia en las penumbras de su cuarto y cierra las ventanas bloqueando hasta la más mínima luz que pueda iluminar aquella oscuridad. Ahora aquella habitación se siente tan fría como su destrozado corazón, las lágrimas se escapan como las tristes melodías de aquel viejo piano, sus dedos se deslizan pacientemente sobre aquellas teclas empapadas en llanto y como una flor nace una deprimente canción que se marchita en un tiempo más corto del que le costó nacer.
  Sus ojos cerrados sienten cada nota como un puñal en su cabeza derramando mil recuerdos, tiempos mejores volando en bandadas de pájaros, alejándose dejando solo lo malo allí, dejando plumas negras en un desolado nido, borrando los rastros de vida con la caída del más bello atardecer.
  Sus ojos cerrados, sus manos en el piano, su mente divaga perdida en senderos de espina sin fin, corre desesperada en busca de una rosa, pero no hay nada allí para ella, jamás hay nada, hasta que de pronto ve a lo lejos el perfecto color rojo, se acerca cautelosa pero su sonrisa cae en pedazos al notar que no existe aquella flor, solo la confundió con la sangre que una herida suya derramo, manos teñidas de sangre al encontrar solo espinas en el camino, otra vez la felicidad toco la puerta y huyo dejando en su cara una sonrisa desdibujada que no tendría valor ni para el más humilde pintor.

Escrito por: Ayelén Lorena Callegaris

Ya es momento de partir


Deja que mi alma vuele libre, comprende que los latidos de mi corazón piden a gritos que les devuelvas las alas, no puedes entender que yo pertenezco al viento y ya no hay felicidad aquí para mí. Y tú esperaras, dices que aún no es tiempo, pero jamás llega la hora, otra vez tú retrocediendo las agujas de mi vida, robándole minutos a una caída libre sin entender que el fondo jamás se irá, siempre permanecerá a la espera de un marchito cuerpo.
   Mis ojos vidriosos se encuentran cansados de ver la vida correr como niños frente a ellos, cansados de reflejar felicidad ajena y jamás encontrar la propia, hay algo que no encuentro y hay algo que necesito, mientras más pronto comience la búsqueda mayor son las posibilidades de llenar este vacío con el que la vida me castigo, veo los pétalos de una flor caer y ser abrazados por el viento, volando lejos y libres, tan perfectos que provocan cierta emoción en mi, y anhelo ser un pétalo deseando volar, abandonar una bella flor y entregarme a la nada arriesgándome a perder todo o a conseguir más.

Escrito por Ayelén Lorena Callegaris

Laberinto de espejos


   Su cuerpo sobre la cama cubierto por una sabana rosa pastel, la habitación permanecía en silencio y la única ventana que había se encontraba abierta permitiendo la entrada de los últimos rayos de luz del atardecer, antes de que aquel brillante sol de primavera se hunda en el horizonte tiñendo el cielo de un profundo azul petróleo. Una leve brisa mecía al cerezo que se encontraba pegado al ventanal repleto de aquellas delicadas flores rosa pálido, inundando la recamara con su dulce y fresco aroma mientras las cortinas volaban por el tranquilo viento primaveral. Las paredes del cuarto estaban pintadas de un tono durazno claro y sobre ellas colgaban diferentes pinturas y fotos de familiares que vigilaban el lugar con dulces miradas desde sus relucientes marcos. En un rincón de la habitación se hallaba el único espejo de la casa, cubierto por una sabana que en algún tiempo debió de haber sido blanca, pero los años causaron que adopte un color amarillento.
   La mujer continuaba sumergida en el infinito mundo de los sueños, como una pesada ancla en el inmenso mar. Su rostro era tan hermoso que al verla el alma del observador se llenaba de una paz tan profunda que ya no podían apartarse de ella, su cabello rubio rojizo reposaba tranquilo sobre la almohada sin afectar la forma de sus perfectos rizos, sus mejillas decoradas con una pequeña cantidad de pecas que le daban cierta dulzura a su cara, sus ojos grises como dos lunas reflejadas en un lago calmo se hallaban cerrados, pero aún así se podían apreciar sus oscuras y espesas pestañas. Cualquiera que la viese moriría de curiosidad por saber que soñaba, pero no todo es lo que parece, en su mente no existía la paz que su rostro reflejaba.
   Todas las tardes y todas las noches la misma pesadilla se adueñaba de la mente de Irene, no había forma de escapar, como un ave en una jaula cada vez que cerraba los ojos caía en la trampa, el miedo era la peor rutina que la joven debía enfrentar.
  Una vez más despertó en aquel laberinto de espejos, el único sonido que oía era el de sus pasos que siempre comenzaba en una tímida caminata pero terminaba en violentas corridas. No había forma de huir, cerraba los ojos pero aún así veía el camino, no podía escapar de aquellos tenebrosos reflejos, solo veía su cuerpo en los cristales jamás podía ver su rostro y así continuaba sin rumbo buscando su miraba en algún sitio hasta que finalmente la ira se apoderaba de su cuerpo y terminaba por destrozar algún muro. Luego tomaba uno de los miles de pedazos de espejo, lo dejaba y tomaba otro pero nunca se encontraba en ellos. Sostenía con furia el vidrio entre sus manos, era tanta la fuerza que de ellas resbalaban oscuras gotas de sangre empapando sus palmas y muñecas, luego se arrastraba vencida hasta el final del pasillo donde había una habitación circular, en el medio de ella había una manta cubriendo algo, Irene se acercaba curiosa para quitar aquella tela celeste como un perfecto cielo de primavera que al tocarla la tiño de sangre, debajo de ella se hallaba un espejo antiguo de marco ovalado de madera con extrañas formas de flores, pero no era ella quien se encontraba reflejada allí. Un horrible escalofrió recorrió su cuerpo al ver a una niña de cabello oscuro como un rio nocturno, sus ojos también eran negros y profundos como las alas de un cuervo, su piel pálida y clara como la nieve y sus labios finos y delicados casi sin color.  La pequeña le regalo una sonrisa macabra dibujada por el mismo diablo, sin dejar de sonreír ella murmuro
 –Pobre niña pobre- le clavo sus envenenados ojos y continuo –Condenada a no ver tu reflejo jamás, toda tu vida oyendo comentarios sobre la dulzura de tu miraba o sobre el poder hipnótico que tienen tus perfectos labios carmesí cuando hablas, pero tú no lo sabes ¿verdad?, hoy vengo a darte una oportunidad así que quiero que escuches bien, deberás aguantar hasta tu cumpleaños número veinticinco cuando las agujas del reloj marquen el final del día podrás conocer tu bello rostro, pero si te adelantas aunque sea un segundo algo terrible pasará-
Las últimas palabras de aquella siniestra chica quedaron perdidas en el cuarto haciendo eco por unos instantes hasta que los ojos de Irene se abrieron por completo.
   Empapada en sudor quedo recostada sobre su cama esperando a que su respiración se normalice, allí estaba ella, dispuesta a permanecer en su cama hasta que el reloj toque las doce de la noche. Al fin había llegado aquel día tan anhelado apenas faltaban unas horas para que su cumpleaños acabe, pero las cosas no serían tan sencillas como ella pensaba, una tormenta se había desatado mientras Irene dormía, el cuarto se estaba llenando de agua y el viento había desparramado sobre la recamara miles de dibujos que la joven había hecho tratando de imaginarse a sí misma, el agua había corrido la tinta de sus obras dándoles un aspecto macabro, la chica deslizo sus pies descalzos lentamente entre el piso mojado hasta acercarse a la ventana pero una terrible ráfaga de viento irrumpió en la sala provocando que la tela que cubría el espejo caiga al suelo, la joven estaba aterrada tratando de luchar contra el temporal hasta que finalmente logro cerrar el ventanal y se quedo durante unos segundo observando cómo las gotas chocaban violentamente contra él, al darse vuelta recordó al espejo que se encontraba en un rincón del cuarto y casi en un estado de hipnosis se dirigió a él olvidando por completo las palabras de la niña de sus sueños.
  Con los ojos cerrados se paro frente al espejo, mientras con sus dedos recorría la superficie del cristal, una voz dentro de su cabeza le susurraba alentándola a que abra los ojos, ella se resistía pero el susurro fue aumentando su volumen hasta terminar en horribles gritos, las lagrimas se escapaban de sus ojos, ni siquiera mantenerlos cerrados podía evitar que huyan y finalmente se dio por vencida, sus parpados obedecieron aquella voz.
  -Al fin- exclamó Irene y su llanto de tristeza fue transformado en felicidad al contemplar aquellos ojos grises brillando como diamantes, al seguir con la miraba la perfecta curva de sus labios carmesí, -las mismas pecas que mamá- dijo riendo entre llantos. Pero su sonrisa se marchito como una Rosa en la nieve, y el peor escalofrío de su vida recorrió su espalda al escuchar sonar el reloj de la medianoche, su reflejo poco a poco se fue oscureciendo, aquellos dulces ojos se volvieron oscuros como el veneno, sus labios se aclararon como las flores del cerezo, y sus cabellos se tiñeron como aquel cielo de tormenta. La ventana se abrió de un golpe y solo los relámpagos iluminaban la habitación, el frió helado congelaba el rostro empapado de la joven, la siniestra niña acerco su mano lentamente al espejo hasta terminar por atravesarlo, sus pálidos y largos dedos acariciaron el bello rostro de Irene –Solo faltaron cinco minutos- murmuro, la joven se encontraba petrificada del terror y a medida que la pequeña tocaba su cara la muchacha cambiaba de forma manchando de petróleo sus ojos color mar, congelando su rostro como la nieve, oscureciendo sus cabellos como una marchita flor. Hasta cambiar completamente de cuerpos, la niña ahora se encontraba fuera del espejo parada sobre miles de hojas manchadas en tinta y la joven aprisionada en aquel laberinto de sus pesadillas esperando a que otra hermosa joven caiga en sus manos para poder ser liberada, esperando a que pasen otros veinticinco otoños más para volver a sentir la primavera.


Escrito por: Ayelén Lorena Callegaris

Dolor para olvidar el dolor.

no hay forma de olvidar los errores, no hay forma ya de secar el llanto, estoy tan cansada porque la vida no para de poner piedras en el camino, porque lo único que te pido es un  respiro antes de la próxima caída, pero es imposible y la única forma de callar mis pensamientos es ver la sangre correr lejos de mi como si fuesen mis problemas como si fuesen tus palabras, y poco a poco las lagrimas se acaban y ambos dolores se van consumiendo a medida en que mi mente cae en un profundo sueño, aquí esta mi respiro hasta la mañana siguiente.

Escrito por: Ayelén Lorena Callegaris 

Recordando lo olvidado


¿Cómo podría olvidar si una parte de mi se niega a hacerlo?, ¿Cómo podría quererte si tengo tanto miedo de que me hagas caer?, son miles las dudas que pueblan mi cabeza, y no sé cómo reaccionar porque yo se que jamás te haría mal pero veo que vos no sos como yo, y ahora siento que llegue al otro lado del arcoíris y solo me encontré con un cofre de dolor, y ahora siento que luego del invierno me volví a chocar con el otoño, y me la paso corriendo en la oscuridad no encuentro un sitio donde te pueda olvidar porque cierro los ojos y ahí estas, porque te pienso y hasta te sueño, es algo muy extraño porque de esa manera te tengo cuando no te tengo. Pero sé que está mal porque así jamás te podré soltar, y tengo que comprender que hasta las estrellas mueren que hasta su brillo se apaga, que esta vida se trata de caer y levantarse que es imposible vivir parada, todo esto me sirve de lección para no confiar tan fácil, para ser buena con los que se merecen y que el resto aprenda que no todos son de hielo, que a algunos nos duele, que algunos somos sinceros.

Escrito por: Ayelén Lorena Callegaris

No existen las caídas, solo los tropiezos


  Las lágrimas en silencio caen, en silencio nacen y en silencio mueren. El sol saldrá mañana y el mundo no esperara a que te levantes. Las agujas del reloj seguirán corriendo mientras tú sigues allí, viendo tu dolor reflejado en las Pequeñas lágrimas que brotan de tus ojos, como los pétalos marchitos de una hermosa flor. Vamos, abre los ojos deja de dormir, ya es momento de cumplir todos esos sueños que has  Guardado en tu mente a lo largo de los años. No olvides que nunca es demasiado tarde si tu corazón continua latiendo, porque a fin de Cuentas, ese es el único reloj que verdaderamente importa en esta vida.
Escrito por: Ayelen Lorena Callegaris